sábado, 7 de noviembre de 2009

PASANDO FRONTERAS

Conforme se avanza en el camino, el cargamento de pollos va pasando de mano en mano, siendo tratados realmente como auténticas aves de corral. Plumíferos de exportación Made in Mexico (Y demás países).
Dicho trato se acentúa por la gran dificultad para pasar sin papeles al “norte”. De hecho, es imposible cruzar la frontera en los puntos convencionales, debido al muro y puestos de vigilancia y rondines permanentes de patrullas.
Hay, por ejemplo, entre los mil aditamentos de equipo y personal de vigilancia, cuatrimotos que andan entre la maleza; se han dispuesto agentes de la Migra al estilo Rambo que se internan por lugares intrincados y peligrosos siguiendo a los grupos de mojados. Se utilizan cámaras infrarrojas, equipos de transmisión, etc.
Además, desde la implementación de la "Operación guardián", los aviones y helicópteros se auxilian con las señales de una especie de planeadores o pequeños papalotes, que son lanzados de cuando en cuando provistos de cámaras ultrasensitivas, giratorias, capaces de captar movimientos a miles de millas de distancia.
Lo más común es la instalación de una gigantesca línea de alambre con sensores. Placas que están ocultas bajo suelo arenoso y funcionan como alarmas para movilizar de emergencia a las patrullas más cercanas.
Entre la maleza hay también pequeños dispositivos electrónicos que hacen funciones de detección y aviso.
Para los patrulleros gringos resulta divertido, remunerativo y apasionante, mejor que perseguir venados, cazar ilegales, ya que por determinada cuota de detenciones tienen estímulos extras; pago de bonos, ascensos, premios y condecoraciones, despensa, remuneración especial el día del padre (son amorosos, hogareños y amantes de su familia), medalla de honor y pergamino por ser elemento útil a la madre patria, “güera” que hay que defender, a toda costa, de los impertinentes y mugrosos indocumentados que osan meterse entre su falda (la línea es sólo el holán).
Por todos estos motivos las bandas del coyotaje buscan rutas definitivamente intransitadas, lo más agreste e inaccesible del monte. Ahí donde sólo las cabras o las víboras y otras alimañas pueden escurrirse. En esta área, los coyotes acercan en el primer arrastre hasta un centenar de pollos, dejándolos a cosa de cien metros de la línea. En delante todo es andar agazapados, esconderse, esperar para burlar las patrullas, y luego cruzar el límite e internarse, por casi dos días de camino, en aquellos parajes de los que muchos no salen vivos, hasta llegar al lugar del “levantón”, en determinado lugar de la super carretera Free Ocho, sitio que los coyotes eligen estratégicamente, según ande el patrullaje, comunicándose constantemente por celular y movilizando amplia red de contactos que tienen diseminados en gran territorio.
En esta travesía Lupita afrontó episodios desagradables, el trato de gente demasiado rústica, hombres maleducados, desaseados, groseros y agresivos.
Por su excepcional anatomía de suculenta polla despertaba deseos irrefrenables. Si no ha sido porque doña Chencha pidió cuidado extremo para la muchacha, seguro hubiera caído entre las garras de algún maniático ojisaltón. Con aquel bamboleo de caderas propio de ella, Lupita podía reactivar los deseos incluso de un cadáver.
A causa de esta Venus del Monte, (o del Cerro, en que iban), hubo momentos muy tensos en el ánimo de los pollos, mentadas de madre, connatos de bronca. Pero el orden se imponía. La recomendación pesaba. Chencha era influyente gracias a su gran amistad con un sobrino de doña Lucha, la pollera mayor.
Se debe remarcar que Lupita siempre tuvo de Chencha, respaldo y ayuda, la conexión, la responsiva por el pago de la pasada, incluyendo el pasaje de avión, gastos de taxi, comidas, etc.
Aún con ese espaldarazo, la tepicense sufrió las de Caín en su afán de llegar a la tierra que mana leche, miel y muchos billetes verdes.

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