sábado, 5 de diciembre de 2009

LAS BENDICIONES DE UN ILEGAL

Benditos sean los Estados Unidos, tierra de sueños que da su fruto pródigo a legales e ilegales, sin distinción.
Bendita sea la migra, porque nos ejercita y prepara para ser atletas en saltar fronteras, incluso las más inaccesibles, y ser campeones, victoriosos héroes nacionales reconocidos por presidentes de nuestro país de origen.
Bendito sea el Mc Arthur Park, aunque esta proclama resulte ofensiva, vulgar o paradójicamente hasta maléfica pero ¿de qué otra forma nosotros los mojarras podremos ingresar al mercado laboral, si no es brincándonos la barda desde el patio trasero?
En el Mc Arthur Park se juntan los vientos alisios y contraalisios, no sólo del águila y la serpiente, sino las corruptelas y degradación del águila imperial, nosotros no podemos aspirar a otro refugio legal que el consulado mexicano, donde la única documentación que ofrecen es la matrícula consular, que de algo sirve, para abrir alguna línea de crédito menor o una cuenta de ahorro, o el envío de dinero. En lo demás la documentación pirata es lo único a que podemos aspirar en esta bendecida tierra donde es valorada la fuerza de trabajo.
EU, bendecida nación, ha sido para muchos de nosotros la tierra de la esperanza e incluso de la felicidad cumplida.
Venirse de mojado no es una ocurrencia personal, mucho menos la determinación de convertirte en criminal, violando las leyes de población, las leyes laborales o cualesquier otra forma de regulación legal debidamente impuesta por las autoridades de esta nación. Vergüenza debería darle a las autoridades mexicanas estar acelerando con sus injustas políticas el proceso de pauperización, de miseria extrema en nuestro masacrado y hambriento país, pero benditas sean, pues al fin de cuentas es obvio que todo forma parte de un plan cósmico de Dios, no compresible pero en el cual hasta los opresores están puestos con un fin.
Un poder infinitamente superior a mí me ha traído con bien hasta estas tierras y confío absolutamente en que me regresará con bien, al ranchito y el aula que abandoné, con un gran pesar, hace casi tres años. Es una lástima que mis paisanos tengan que "echar toda la carne al asador", viniendo a estas tierras, para emigrarse o vivir indefinidamente, con o sin familia, ya que regresarse es volver de nuevo a vivir las pesadillas que los hicieron tomar la difícil decisión de abandonarlo todo, aunque tenían muy poco, casi nada.
Y no obstante, benditas sean nuestras circunstancias y benditos sean los gobiernos de México, pese a su historial de injusticias y políticas pauperizantes de la gran masa social. Pues, viéndolo bien, nos obligan a tomar el reto de afrontar la epopeya del ilegal, lo que nos afina para ser mejores día con día, resistentes a sus actitudes erróneas.
Lloramos sangre pero aprendemos a tomar aprecio a la vida, valorar el trabajo, estimar, con la lejanía, la importancia de la familia. Nos fraguamos en la soledad para saber amar.
Quizá opresores y oprimidos sólo juegan papeles, roles, en el juego divino universal. Unos para entrenar, con su dureza, otros para aprender (al final de cuentas ambos para aprender) en este trayecto de la escala infinita cósmica.

Eduardo Peña Ureña
Bien lo dijiste amigo, opresores y oprimidos somos un juego divino universal, no comprendido como lo escribes, pero todo esta puesto para un fin. Saludos.
Hace 3 horas
Rafael Ojeda Diaz
Ustedes lo "ilegales", no violan ninguna Ley. El trabajo es derecho de todos los hombres por el mandato divino que ha inspirado no solo la escritura sagrada, también ha inscrito su voluntad superior en las CONVENCIONES INTERNACIONALES que protegen ese derecho. Los tratan como intrusos porque los gringos siempre juegan ese doble papel, de explotarlos como trabajadores con el disimulo hipócrita de sus autoridades y por otro lados los persiguen como si fueran criminales para congraciarse con sus sindicatos y grupos de presión étnica-laboral que los combaten porque son su competencia.
Los U.S. aplican para la amenaza inmigrante, la misma estrategia de la posguerra-fría, son guerras de baja intensidad para mantener a raya el statu quo; o dicho de otro modo proceden como lo explicó Darwin, aniquilan a los débiles y dejan sobrevivir al más apto. Los quieren allá porque son imprescindibles para mantener en movimiento el modo de vida americano; en eso no les sirven los negros, los cubanos, los puertorriqueños, los europeos ex comunistas y quien sabe si tampoco los centroamericanos. En una palabra no los dejan crecer más allá de los que necesitan.
En medio de toda esta telaraña de intereses, florecen historias como la que magistralmente nos relatan deliciosamente Ustedes amigos muy apreciados por esta comunidad.
ME PARECEN INTERESANTES LOS SIGUIENTES COMENTARIOS, DEJADOS PARA LA NOTA, EN FACEBOOK.

Bolivar Oramas
Oh! Bendito Estados Unidos que Madreas países, depredas el ambiente en aras de tu gente, Haces matazones en nombre de la democracia, expropias petroleo, maderas, tierras, y discriminas a quien te ha dado tu lujosa forma de vivir. Bendito sea tu dios el dinero y tus Ángeles flamígeros que cuidan tu patrimonio. Bendito seas.
Hace 2 horas
Eduardo Peña Ureña
Bendito pais que te metes donde no te llaman, y pisoteas a los que te difaman, por tener gobernantes hijos del diablo.......... jjajajaj, para completar al compa Bolivar

viernes, 4 de diciembre de 2009

DE CÓMO LAS TELES DEJARON DE SER NALGONAS

Estoy ante los aparadores de las céntricas calles de Los Angeles. Las teles que se exhiben, las de plasma o tecnología Led, supergigantes (quién iba a pensar que los cines entrarían en casa), nos trasladan a otros mundos.
En cambio, recuerdo cómo las teles en blanco y negro eran objeto de lujo allá por los años setenta.
La bola de chamacos vagos, jugando en la calle, saltábamos con el grito de algún pillete: ¡Ya empezó la Señorita Cometa!, conocida serie infantil japonesa, claro, doblada al español, con la que regularmente comenzaba la barra infantil, todas las tardes.
De inmediato rasguñábamos nuestra moneda de cobre de a 20 centavos, tarifa de doña Rufi, la mamá de Chente. Aunque vivían modestamente con los ingresos de una fonda que aun existe enfrente del Mercado Amado Nervo de Tepic, para nuestra sincrética mentalidad eran los indiscutibles riquillos del barrio.
Con diez centavos se podía comprar un boli de sabor. Y aplastábamos las nalgas hasta el oscurecer (o hasta que nos corrían).
Cuál televisión digital, de alta definición, telecable ni soñarlo, sólo había esas burrotas teles con patas de madera, a las que se le añadía un regulador de voltaje, para que no se les fueran a calentar los bulbos o de plano las fregara un rayo.
Ni quién pensara en el control remoto, sólo había la perilla, mazorca o matraca, botones para seleccionar ruidosamente el canal, la intensidad de volumen y nitidez. Y no faltaba que aparecieran manchas y rayas diagonales. Tener TV era símbolo de bienestar, bonanza y ascenso social.
Los comerciales, como ahora, aprovechaban a la Señorita Cometa para promover toda clase de chucherías. Las historias de la serie, como es usual, eran sin contenido, sólo divertían. Noté que la publicidad: fume Fino, fume Fama, o: venga al sabor de Marlborooouuu, coincidió con el hecho de que los chavos del barrio empezaban a fumar en los oscuros rincones de la vecindad. Luego conocí a los marihuanos del barrio y a los borrachos más bravucones y ridículos de la Privada Miñón Oriente, en las inmediaciones de El molino de Menchaca. Nada qué ver con Señorita Cometa pero sí con los comerciales.
Sin embargo, había el canal 13 y era un importante espacio de difusión cultural y entretenimiento. Llegó a transmitir programas de manufactura nacional, excelentes producciones, series televisivas que no eran interrumpidas por anuncios comerciales (No hay chaca-chaca sin Ardiel). Lástima que ese canal estatal se privatizara. Para fortuna existen el canal 11 y el 22, magníficos.
Después vendrían las teles que ya no eran tan burrotas pero sí muy nalgonas, con cabús negro y gordo.
Las luces hipnotizantes de los anuncios comerciales en las marquesinas me vuelven a la realidad.
Si alguien me hubiera dicho que aquel muchacho que arañaba sus veinte centavos de cobre, llegaría a echar lente (sólo eso) a estas pantallotas planas, (sin pompis), y ya son lo cotidiano en los hogares más o menos con recursos, en todo el mundo… de saberlo, insisto, le habría dicho a doña Rufi: Es usted una rufiana, en los aparadores ve uno las teles y no cobran nada. “Ah sí, pues espérate 35 años y vete a Los Angeles, y a la porra, muchacho cabrón.”

miércoles, 2 de diciembre de 2009

LA SEGUNDA VEZ QUE VI A MARTHITA

Ah… mi novia Marthita, qué época tan apasionada viví en mis primeros años de maestro, fue un romance hollywoodesco allá en el pueblito de Cojumatlán de Regules, Michoacán, a orillas del lago de Chapala.
Morenita muy linda, con su cuerpo que invitaba a soñar delicias aquí inmencionables.
Al salir de clases, este profe Gasparín pateperro, después de bromear y despedirse de sus alumnos de secundaria abierta, abrazaba a su dulce amor. Y ella, encariñada, sólo quería mi varonil trato, mis palabras más enervantes que las de Mauricio Garcés, mi ternura de turrón y melcocha…
—¡Paleterooo! ...¡paleterooo! —me sacan de mi ensoñación unos muchachos que ya están sobre mi carrito de paletas, ansiando refrescarse.
Estamos en la plaza, frente a la iglesia, donde la misa recién ha terminado, como aquí de brazos cruzados, recargado mi pie en la llanta de mi vehículo vendedor, en permanente sonrisa de bobo e intenso alucine, también ha terminado, abruptamente, mi recuerdo de Marthita, no queda de otra que atender la vendimia y dejarse de deliquios.
—Señor, no se duerma, deme una de limón— dice insolente uno de los pillacos, que de seguro me vio escurrir las babas mientras estaba perdido en mi sueño de amor.
Desde el lejano Michoacán aterrizo aquí a la calle 54 esquina con San Pedro, en el meritito atrio del templo de Santa Casilda, a donde mi sexto sentido me trajo, augurándome por el fuerte calor y el gentío, espectacular venta.
Pero si el grito de ¡paletero! ¡paletero! me llenó de alegría (aunque me bajó de la nube), no lo fue tanto el ver aparecer atrás de la gente, saliendo de misa, a ¡mi Marthita adorada! (¡Qué chiquito es el mundo, verdad de Dios!). Segunda aparición, la primera, ya la conté, fue en la biblioteca, la más grande de aquí de Los Angeles. Casi me sentí niño de Fátima, excepto que esta vez me llené de pavor y vergüenza. Sí, lo confieso sin recato, me avergoncé por no encontrarme en mi carácter del galán que ella conocía. Como de rayo traté de apartarme con mi carrito, que no nos vieran los bellos ojos de ese rostro acanelado y suave como las nubes que descansaban a lo lejos, por encima del campanario, allá atrás, ajenas a las mundanales preocupaciones.
Giré mi vehículo con desesperación, dando una sacudida de 180 grados y huí del lugar.
Marthita, con su familia y, si lo que alcancé a ver no fue producto de la paranoica impresión que me provocó el repentino encuentro, también iba acompañada por "el centavo", el primer novio que tuvo en el pueblo de Cajumatlán, mi acérrimo y eterno rival, y a la postre, tal parece, el ganador, pero ya no alcancé a comprobar bien a bien si acaso era él, puesto que me había empeñado en veloz carrera como si fuera por el freway Ocho, nomás las llantas del carrito patinaban y daba vueltas policiacas como demonio.
—¡Gaspar, mi dulce amor!— anhelé escuchar que me perseguía ilusionada.
Qué ridículos somos algunos enamorados. Yo debería vivir en Hollywood.
No hay duda, por más que corramos no podemos huir de la realidad.

domingo, 29 de noviembre de 2009

UN ANGEL QUE NI MANDADO A HACER

Qué bien se siente Lupe con esos primeros 300 dólares que ha ganado en limpieza de ropa y apartamentos de su amigo Angel y los Verdía del 322, incluso envió con todo su corazón 200 dólares y se guardó, por recomendación de Angelito, cien restantes. Aquí nunca es bueno quedarse sin dinero, aunque ya sabe, puede contar conmigo para lo que se haga necesario, aunque no soy el Banco de América.
—Les van a caer de perlas, estos dolaritos, mire que allá en la escuela le piden a los niños tantas cosas y si no les cumples a los maestros, cuidadito, porque te mandan con todo y criaturitas a la calle.
—A poco sí— dijo incrédulo, Angel— yo tenía la impresión de que en México la educación popular estaba bien financiada y que es hasta gratuita.
—Pues viera cómo me sobaba el lomo para comprar mis libros, tras la muerte de mi padre, dejé mi carrera que quería concluir en medio de tantas ilusiones. Me enredé con un chavo, el padre de mis dos únicos hijos y mire que me salió algo corrientito para eso de los deberes matrimoniales.
—Así suelen ser las cosas— dijo Angel—
Y Lupe seguía ensoñada con el envío de su primera remesa. Veía el porvenir con entusiasmo. Estaba dispuesta a seguir esforzándose al máximo, con tal de poder seguir ayudando a los suyos.
Había encontrado en Angel Barrientos más que un benefactor un verdadero amigo, que pese a su condición física, o cansancio provocado por la intensa actividad en que se sumergía, proyectaba enérgica imagen, y sobre todo gran fuerza en sus manos, agitadas incesantemente a toda hora, al despedir o dar la bienvenida a los amigos del edificio.
Lo conocían como el que un día llegó de un pequeño país destruido por la guerra,
joven y dueño de arrebatadora personalidad reforzada con la sonoridad y elocuencia de su voz, rodeado de un aura inteligente y luminosa. Se aparecía por doquier como un enigmático ser de gran clarividencia, un ser singular, un ser de luz.
Le encantaba a Lupita oírlo hablar de lugares remotos y de fechas arrancadas de algún almanaque, entrelazadas en bellísimas historias y anécdotas, en esta tierra fundada por inmigrantes europeos, mitad emisarios y mitad bucaneros, que ahora ven con recelo a los modernos inmigrantes que llegan empujados por el hambre, la ambición o las guerras, desde los más recónditos lugares del planeta.
A Lupe le causaba sorpresa ver todo tipo gente en aquél país, aquella diversidad racial saltando a la vista, y sobre todo la atmósfera de tolerancia que hoy se deja sentir, pero que fue precedida por más de dos siglos de esclavitud y segregación. Ahora muchas cosas han cambiado, le decía Angel, mira que hasta un negrito llegó a la Casa Blanca, y no a barrer o a sacudir los muebles sino a ocupar el más alto cargo de representación popular en la nación más poderosa del mundo.
—Pues negro o blanco o chilaquiliado afloja porque afloja el dolarín—dijo Lupe.