Yo que llegué a decir en mis años de imberbe agitador estudiantil y de militante sindical, "la religión es el opio del pueblo", según Marx, hoy tengo mis dudas, luego de mis percances en la línea fronteriza, supervivente de dos graves accidentes gracias a Dios y a la sagrada Sombra del Señor San Pedro.
Decía mi amigo Tony, un tapatío conocedor de los rollos cuasi espirituales, cuasi pagano-religiosos, lo que anida dentro de tu conciencia es un miedo terrible a todo lo existente. En tanto que piensas y actúas por miedo, no existe fe y todo lo que crees hacer con devoción y amor se convierte en fanatismo e intolerancia religiosa.
La gente confunde la fe con las ganas de ir a misa. Echemos una vista rápida al corazón lastimado de un mojado, que siempre racionalizó, que miró con lente intelectual las figuras, símbolos y potestades religiosas, pero que ahora, parado sobre la mismísima falla de San Andrés sabe que puede desaparecer de un instante a otro, tragado por la tierra o aplastado por bloques de concreto.
Lo básico está, me dijo Tony, en aceptar tu condición de ser perfectible, nunca perfecto, y más que defectuoso, ingobernable en tu vida. ¿Por qué estás aquí? No lo sabes, aunque me sueltes una tempestad de frases vanas. ¿A dónde quieres ir? Y no me hables de los grandes proyectos generados en tu mente, mucho menos de corazonadas, que de nuevo te digo, son brincos del corazón, y no de amor sino de miedo.
Tal vez sepas en dónde andas y qué es lo que haces pero tus antecedentes y el futuro descansan en grandes profundidades que tal vez un día puedas conocer, pero con una visión diferente. Mirar distinto, completamente distinto, es mirar con los ojos de Dios.
La gente acá se pavonea de estar muy cerca de Dios, pero se aleja de sus semejantes. Tú, católico, le cierras la puerta al protestante, tú evangélico, a fuerzas quieres que el católico abandone la doctrina familiar y entre a tu búsqueda, a veces sensata, a veces obcecada de las verdades escritas en tu Biblia, que dices es muy distinta a la que ha escrito y difundido la curia romana.
La ciudad de Los Angeles a diario recibe personas de distinta condición y credos. Una auténtica Torre de Babel que te impide acercarte al Dios que llevas dentro. Somos parte de la divinidad, unos de una forma, otros de otra, pero constituimos ese flujo energético que surgió de la nada, del gigantesco big-bang, al que conviene echarle un vistazo por aquello de que creas que el mundo fue bellamente fundado y decorado en siete días, por un Dios que aún no existía, porque nació en la conciencia de los hombres…
Guaaauuu... tremenda cátedra de teología. Reflexión que de todos modos no me impidió más adelante asomar a distintos ritos (menos los narco-satánicos, chamánicos, o los de la "Santa Muerte"). Pero de ahí en demás hasta adorador del Niño Fidencio. (Pa las pulgas de Marx).
Cierro mis ojos y ruego a Dios conduzca por buen camino mis pasos de mojado.
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