Con la cara arañada por las ramas del cerro, brazos y piernas amoratados por los fregadazos en las pedregosas pendientes, y con el alma en un hilo, tensos los nervios y cansada la vista, llegamos a la ciudad, enorme mole de concreto, luces, sonidos ensordecedores y aire contaminado. Aunque trémula, febril, la ciudad nos recibe. Estallamos de júbilo, dando gracias a Dios por haber llegado con vida, a pesar de tanto sobresalto.
Describir la trayectoria física y los tropiezos emocionales es más fácil que relatar los senderos por los cuales transita nuestra mente, desde las profundidades del ser conducido sabiamente por un flujo divino de energía hasta estas coordenadas, sin que nosotros podamos explicarnos el porqué de lo exitoso de nuestra travesía.
¿Será que de verdad existe Dios con todo su séquito de fieles servidores? ¿Serán la causa y el efecto las únicas señales transversales del triunfo o la derrota?
He permanecido atento a los dictados de la mente y los apetitos de la carne, mas, ¿por qué estoy aquí?
Yo advierto que mi espíritu, silente, apacible, invulnerable, me contempla, como diciéndome: conóceme primero y luego llévame pa donde quieras.
Al llegar a este extraño suelo, miles de cosas debe uno afrontar además de la barrera lingüística y la adopción de normas de civilidad.
Comúnmente se nos pinta como gente muy sufrida, con calificativos de ciudadanos abnegados que emigran, hasta héroes, benefactores de nuestras comarcas o gente de verdad valiente.
Sin embargo, rara vez nos percatamos de las actitudes negativas, lanzando el grito en contra de la discriminación, abuso de patrones e injusticia de las leyes, pero sin mirar el dejo irresponsable en nuestro diario vivir.
Inundamos banquetas, comprando o vendiendo chuchulucos de todo tipo, como si anduviéramos en Tepito o en la calle Veracruz topando con Victoria.
Trepamos a las bancas como que si estuviéramos en un estadio, tiramos basura por todos lados, pisamos el césped, pintarrajeamos muros, pegamos infinidad de papeles en los postes anunciando toneladas de productos y servicios de manufactura casera o piratería.
Manejamos sin control ni educación vial, sin documentos ni seguro de auto, parqueándonos en lugares restringidos, dañamos instalaciones de escuelas, hospitales, oficinas, comercios y bibliotecas.
Las áreas latinas se caracterizan por el abandono material, deterioro físico-arquitectónico, contaminación del suelo y falta de aseo.
El gringo nos acepta como empleados y "conciudadanos", pero no como vecinos. Dicen que estamos recuperando el territorio que perdimos en el pasado, pero creo que si estos territorios pertenecieran a México estarían llenos de propaganda política y amenazados por la inseguridad.
Por algo no nos quieren. Y sin embargo, nos necesitan.
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