miércoles, 16 de diciembre de 2009

RIOS DE INMIGRANTES QUE FORMAN MARES

Solos llegamos, en pequeños riachuelos,
a la gran manzana, al Goliat Manhattan,
solos llegamos y ahora somos océanos de gente.
Venimos de todos los rincones,
de sierras y costas,
desde Nevada y Long Beach,
el inclemente desierto texano,
la industrial Chicago y sus bulldozer y engendros
de la era metálica de tecnología soberbia,
habemos incluso del corazón de los tornados
o del cantarín Miami, tierra del tibio regocijo,
y de la fría Alaska y sus narices congeladas,
o del aborigen Hawai y sus sonrisas contoneadas de alohas.
Somos peregrinación azteca,
como se descuelgan en hilos fervientes
los fieles guadalupanos,
o las correrías franciscanas, o el tesón jesuita.
Simples riachuelos de todos los rincones
formando mares en la gran manzana.
Y los rascacielos de este New York ufano
nos miran con sorpresa.
Y Obama en Washington se la piensa,
se la piensa.
Llegamos impasibles
movidos por los vientos,
por nuestras hélices de dignidad y hambre.
Llegamos solos, en pequeños grupos,
y de pronto explotamos en gran fuerza,
nos unimos en enorme grito,
y se cimbra esta patria de patrones,
explotadores y vecinos,
saqueadores convivientes,
nuestros benefactores, aun mezquinos, aún movidos no por amor
sino por el calculador negocio, el afán de la ganancia.
Compañeros, no me llamen traidor porque digo benefactores,
como sea ellos nos han recibido
en medio de la necesidad que nos impulsó de nuestra tierra,
pero también tienen que reconocer nuestros derechos.
Nos necesitan y los necesitamos.
Es justa nuestra demanda de Reforma Migratoria.
Que se inunden con estos arroyuelos todas las avenidas,
desde garita de San Clemente
en la Costa Occidental, hasta la gran Manzana que todavía
huele a cenizas y hierros retorcidos,
ropa quemada que guarda un penetrante olor a muerte.
Hemos llegado solos, desbalagados
y perdidos por el monte
pero hoy llenamos los parques, los talleres, restaurantes,
donde la miseria se lava con dólares.
El pesar de dejar la patria y mendigar trabajo jamás se borra.
Parados frente al Capitolio y luego ante la Casa Blanca
millones de indocumentados como hojas de gigante higuera
organizados en enérgica demanda,
hace hurgar sus barbas al gigante.
Somos riachuelos que formamos océanos y nuestra fuerza es desmesurada.
Somos tsunami de mojados. El águila imperial otea desde su nido.

* POEMA ESCRITO, ANTE EL ADVENIMIENTO DE UNA INTENSA JORNADA DE MOVILIZACIONES EN LA LUCHA POR UNA REFORMA MIGRATORIA INTEGRAL...

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