viernes, 27 de noviembre de 2009

LA APARICION DE UN ANGEL

De pronto sintió una mano posarse en su cabellera. Volteó y vio un rostro luminoso de cabellos de oro. ¡San Juditas Tadeo o algún ángel del señor!, exclamó poniéndose de pie.
Pero luego se percató que era un hombre, al que le daba de frente el sol de la tarde. El individuo se disculpó: —No pretendía asustarla —dijo— pero la vi tan triste...
Era de algunos 30 años, pelo castaño, tez blanca, no mal parecido, en silla de ruedas. Dijo llamarse Angel Barrientos. (Ella tenía razón: era un ángel).
Lupe, a su vez se presentó, y pronto empezaron a intercambiar impresiones. Así supo que era un exiliado salvadoreño que estudiaba y trabajaba en Los Angeles de manera legal, gracias a un programa de ayuda para personas con limitaciones o capacidades diferentes.
—Pero cuéntame —dijo él— ¿por qué estás tan afligida?
—Es porque no hallo empleo y necesito enviar dinero a mis hijos —explicó.
Fue entonces que Angel le ofreció realizar algunas tareas domésticas y así empezó ella a llevarle también su ropa a lavar, luego haría lo mismo con prendas de amistades de Angel, como los Verdía, un matrimonio de homosexuales discriminados. Los Verdía eran personas responsables, positivas, que terminaron depositando su confianza en Lupita y le dieron las llaves del departamento para que lavara cortinas, cobijas, edredones y todo lo que tuviera que llevarse a lavar de inmediato o asearse ahí mismo.
Angel le mostró el camino de la mejor laundry y aún la apoyó en el manejo de esas poderosas máquinas.
Entre tanto, la vida en casa de los Martínez seguía su curso. Lupe supo que Tony tenía que presentarse a diario en un centro de readaptación para drogadictos, donde recibía terapias de recuperación psicológica. Por su parte, los niños Linda y Robert habían sido remitidos a un bootcamp, que es un lugar destinado a muchachos con graves problemas de conducta. Ahí permanecían largas temporadas y sólo salían por autorización de la social worker asignada.
Lupe desconfiaba de Tony pues por su negocio de carros traía mucho pelón, socios suyos, y se echaban como fardos sobre el sofá, frente al monitor, dedicándole miradas turbias y procaces.
Fue por ese entonces que Angel le ofreció llevarla a un lugar donde quizá podría trabajar y vivir. En ese lugar él prestaba sus servicios como maestro de pintura y escultura.
Angel era ayudado por el gobierno gringo con una beca para cursar la materia de política exterior latinoamericana en la Universidad del Sur de California. Había viajado a su país El Salvador cumpliendo actividades extracurriculares y en breve estaría comisionado en las jornadas de movilización por la reforma migratoria.
—Estoy feliz con tu ayuda —dijo él— Ahora parejeo en limpieza y presentación con el rector de mi universidad.

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