Por Juan J. Gaspar G.
El abominable propósito mercantilista que desde décadas atrás se propusieron los grandes conglomerados industriales y económicos del mundo para hacer de nosotros simples cosas que consumimos sin sentido ha llegado a su primer revés. Es más, ese propósito de propiciar el consumismo, esa falsa Mercadotecnia, se ha revertido ahora totalmente en contra de ellos, ocasionándoles enormes pérdidas financieras. Podríamos sentir pena por ello, sin embargo, lejos de preocuparnos por la crisis económica que vivimos y viviremos aún más intensamente en el futuro cercano, meditemos. Y es que, en realidad, esta es una gran oportunidad para que recapacitemos y nos demos cuenta de la domesticación de que hemos sido objeto
El momento es propicio para razonar respecto a nosotros mismos como entes individuales; particularmente en nuestras conductas egoístas y carentes de sentido, pues, a sabiendas incluso de las enormes desigualdades económicas y sociales que prevalecen, consumimos y ostentamos conforme a lo que sutil pero falsamente se nos ha predicado como desarrollo, sin considerar ni respetar en momento alguno esa carencia viva de los menos favorecidos. Y es que esa voraz Mercadotecnia nos ha seducido de tal manera que nos ha convertido en productores autómatas, pero también en consumidores compulsivos, incapaces de razonamiento humano alguno.
Veamos, por ejemplo, la importancia que damos a artilugios tales como el teléfono celular. Lo usamos hasta para saber si el chucho amaneció contento. Y qué decir de los famosos ipod, blueberry, blackberry y demás miembros de tal familia electrónica que los hijitos usan hasta para ignorar a sus propios padres; y por qué no, a sus maestros (otrora, profesionales de vocación, merecedores de gran estima y sumo respeto). Por supuesto, tal inconciencia afecta también a los funcionarios de todos los gobiernos y todos los países, pues es común que estos asuman junto a sus posiciones políticas, también una actitud ególatra anacrónica, cual Emperadores del circo romano.
Por supuesto, debemos meditar también respecto a la herencia ambiental que con nuestro consumismo e irresponsable sobrepoblación estamos construyendo. En esto tiene mucho que ver la insensata e irresponsable postura de numerosos grupos conservadores en contra de una planificación familiar, que permitiría no solamente el balance necesario de población sino, principalmente, el aseguramiento de la existencia de recursos naturales y, por ende, de la supervivencia misma de la especie humana.
De tal suerte, gracias pues a estos momentos de crisis económica, ya que seguramente harán posible que recapacitemos y retomemos el camino de desarrollo y evolución que como seres humanos pensantes nos es inherente e irrenunciable. Que comprendamos o recordemos, o aprendamos, de ser necesario, que el verdadero ser humano, el realmente desarrollado, es aquel que posee y aplica en su vida principios éticos y morales que le permiten vivir en paz, armonía y solidaridad con el Universo. Aquel que trabaja honesta y honradamente, asume la responsabilidad plena de sus actos y respeta y se solidariza con su prójimo, entre otros.
De tal suerte, aprender a evitar el consumismo y la ostentación, así como a cuidar más el planeta y a ser mejores como seres humanos, sí que será un invaluable legado de la galopante recesión económica mundial.
martes, 9 de febrero de 2010
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