domingo, 20 de diciembre de 2009

INDOCUMENTADO EN SU PROPIO PAÍS

Este mojado Gasparín también anduvo en las tierras del sur, en lo que se conoce como el corredor de la miseria, Guerrero, Oaxaca y Chiapas. ¿Qué haciendo? La necesidad de unificar al magisterio en su lucha por democracia sindical y mejoras laborales, por un nuevo modelo de educación popular, científico y democrático.
Amén de las experiencias alcanzadas en la actividad sindical, en los intensos brigadeos de información, caminatas por las sierras del sur, de pronto me vi detenido por diminutos seres de la montaña que me marcaron el alto y dijeron: alto ahí, aquí ya no tenemos maestro, se fue desde hace muchos años y no nos mandaron otro. Es más, no lo necesitamos, nosotros tenemos nuestras propias escuelas y los hijos de indígena están preparados para organizar su propio sistema. Usted a lo mejor no es maestro y más bien es agente de gobierno, identifíquese.
Y que me busco entre las numerosas bolsas de mi ropa, mochila y hasta la funda de mi laptop y nada. ¡Chingado!, había dejado mis documentos en la posada donde estaba hospedado. Y mira, qué animal, sin papeles en un territorio de guerra, como quien dice un indocumentado, un mojado en su propia tierra, en la selva lacandona.
Pues ni modo, antes no me sacaron a patadas de la región. Los indígenas son muy nobles y aceptaron mi disculpa y argumentación. Pude hablar con Altagracia, la educadora de ese pequeño poblado zapatista, La Garrucha. Me dijo que ella se había sumado al zapatismo porque consideraba que su lucha era justa. Muchas gracias Altagracia, dije, pero le hice ver que la lucha de los maestros por transformar el sistema educativo en el país también era justa y la invitaba a participar.
Ella me miró con seriedad y luego dijo: a usted lo necesitan más allá en el centro y norte del país, donde la gente aún no sabe organizarse, ni luchar. (Y poca gracia le hallé a que prácticamente me estuviera corriendo. Me sentí como Tintán cuando es aleccionado por Vitola).
Luego de tomar los últimos sorbos de canela con un bolillo medio duro, (y echarme a la bolsa unas galletas de animalito, no sin dolor de mi corazón, porque a lo mejor los dejaba sin desayunar, pero la verdad es que en la extralarga caminata da hambre) me despedí de los chaparritos que montaban guardia en las afueras del poblado. Y tomando mi distancia, di media vuelta y paso redoblado, de regreso a San Cristobal de Las Casas, donde ya me esperaban unos compañeros para iniciar la reunión con los maestros de educación indígena.
Indocumentado, sin identificación en su propia tierra, pero al final de cuentas identificado con las luchas de su gente.
Lo cierto es que temí que una “migra” lacandona me levantara de cantarito y me mandara a freír espárragos lejos de su territorio. Y ni inventarles que soy compadre del subcomandante Marcos hubiera servido.
Entonces sí hubiera dicho como la India María: ni soy de aquí ni soy de allá. Chaparritos, no me desconozcan ustedes, lo que me hagan los gringos no me duele, pero que ustedes me desairen eso sí cala.

1 comentario:

  1. NO PSS YO NOMAS ME ACUERDO QUE CUANDO ESTABA PEQUE EL SANTA ME LLEBABA GALLETAS Y YA TODAS MORDISQUIADAS, HAY SANTAA...

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