lunes, 16 de noviembre de 2009

THANKS GIVING DAY (NO TE HAGAS PAVO)

Estoy en la marketa, frente a gordos pavos que entristecidos me muestran lo cadáver de su condición.
Se acerca el Día de Acción de Gracias, Thanks Giving Day, (No seas guajolote) fiesta mayor del calendario gringo.
En esta portentosa nación la fecha es singular para ellos. Y para los mojados como yo es la oportunidad de celebrar no solamente a san Cayetano o al Señor del Perdón, sino también para unir a nuestras fiestas tradicionales los festejos de otras razas y credos.
Esta celebración reúne las familias norteamericanas con sus amistades más cercanas y vecinos, para compartir una cena cuyo platillo principal es un gigantesco guajolote con puré de papas y salsa, ensaladas diversas, acompañadas de vino, pan, quesos y galletas o dulces de fruta.
La cena evoca la bienvenida que los nativos dieron a los ojiazules venidos de ultramar a fundar las trece colonias de la Nueva Inglaterra, episodio histórico que es narrado en las escuelas públicas como el idílico encuentro entre los primeros inmigrantes europeos y los naturales, lo que causa controversia pues se dice que en lugar de intercambiar cerillitos y candeleros por molcajetes y penachos de plumas, se dio un toma y daca de balas y flechas, espadazos y golpes de tomahauks, unos por robar y otros por defender estas extensiones de tierra. Lejos de que los nativos les obsequiaran de cena un pavo asado, los invasores los asaron a ellos, o más bien; se los comieron vivos.
El suceso es convertido ahora en un día de esparcimiento. El último jueves de noviembre es el señalado para juntar a los miembros de esas familias que durante el año viven separados, común entre los anglosajones.
En el Joan's on third, donde laboro, se realizan grandes ventas, como en Navidad o Año Nuevo, fechas, estas últimas, en que la tienda cierra sus puertas, pues la dueña, su familia y todos los empleados vamos a recogernos al calor hogareño o con nuestros amigos más cercanos.
Aquí están pues los pavos en estos gigantescos congeladores, listos para adornar las mesas atestadas de comensales.
Como parte de la tradición, el presidente de los EU, le perdona la vida a un rechonchísimo guajolote en señal de gratitud. No importa que el pobre lance gorgoreos de no saber nada o mire distraídamente el cielo. Y de que más de algún condenado a la silla eléctrica, grite: ¡A mí, a mí, perdónenme la vida a mí!
Más nos gustaría, a nosotros los mojados, que esa fecha significara un llamado a “no hacerse pavo”, sobre todo en aquello de la reforma migratoria, digo yo.
—Gracias pavito —lo zarandeo y payaseo con él— eres digno de presidir la cena de una gran nación, pero yo prefiero un pozole de camarón, unas tortas ahogadas, unos taquitos de frijoles fritos y un gran guacamole. Provecho, gringuitos.
—No juegue con el pavo— dice un ejecutivo de la tienda, de muy pocas pulgas. Y me salgo espichadito, no sea que me asen a mí también. Thanks giving day.

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