miércoles, 18 de noviembre de 2009

DOLARITO Y PESITO Y SUS DESPAPAYES

Dolarito, apodado así por su obsesión de ganar algo del papel verde gringo, fue por sus documentos apócrifos al Mc Arthur Park o sus cercanías.
Lo acompañaba a lo mismo, Pesito, un chavo menor que él y más prieto. Nombrado Pesito porque para todo sale con que: no pos allá en México ta duro ganar el pesito…
Los papeles falsos, en mención, están severamente condenados por las autoridades de Inmigración. I.N.S. (Inmigration and Naturalization Services) Ay-an-es (pronuntiation) que implementan férreas medidas contra empleadores que contraten indocumentados. Pero a pesar de las constantes violaciones a las leyes de inmigración y seguridad interna, dichas autoridades saben que el problema no se resolverá multando gente que no tiene de dónde echar mano en la contratación de empleados, así que se hacen de la vista gorda.
Por eso, con una vueltecita por las aceras de la Alvarado st. (street-strit-calle), en las inmediaciones del Mc Arthur park, con ochenta o noventa dolaritos te conviertes en cuestión de minutos en uno más de los setecientos y tantos millones de habitantes de este mojiguango país, al fin que casi todos, desde los fundadores de la patria hasta los últimos pollos correlones que vienen llegando por el cerro, han sido inmigrantes.
Conseguidos sus papeles, Dolarito y Pesito, con un tipo que los traía bajo la chaqueta como si fueran ringleros de condecoraciones ocultas, y que los vende con la discreción de una prostituta, (nomás le falta mascar el chiclote), se sintieron igual que Rambo.
Caminaban con el pecho hinchado y aplaudiendo pausadamente mientras cantaban. Traían la aid, el seguro social, la matrícula del consulado, y hasta un acta de nacimiento que los acreditaba como nativos del Este de Los Angeles. Y todo regateado en setenta dólares. ¡Lo barato que sale ser documentado, y la migra tanto que la hace de tos!
Dolarito, delgado, espigado, blanco. Pesito, prieto, chaparrón, pelos de púas, proceden de Nayarit. Uno, Pesito, es de por allá de algún barrio ixtleco, descendiente de tribus nahuatlacas (acaso del mismísimo San Juan Peyotán, de la sierra del Nayar, no se sabe bien a bien su origen). Su nombre real es Pancho. El otro, Dolarito, se llama Lencho y es tecualeño.
Lencho y Pancho son pobres pero no se agüitan, de todo se ríen, a todo le toman sabor. Son la carcajada pura, se divierten aún en lo más duro y tupido de pesadas circunstancias. Y con sus puntadas y payasadas quitan el clímax de drama y gravedad a las duras vivencias. Para ellos, según su visión sencilla pero certera, es “chingón, vivir” así pasen las de Caín.
Admiradores de don Cheto, el popular locutor, les gustaría algún día tener un programa de radio. Y entonces dirían: ¿Quieeen les aleeegra la mañaaanaaa? ¡Leeenchooo y Paaanchooo!... ¿De quieeen es este paiiisss?... ¡De nosotrooosss!…
¿Quién trae sus documentos “legalizados”?... ¡Leeenchooo y Paaanchooo!…

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