miércoles, 9 de diciembre de 2009

RETRATO DEL MOJADO DISFRAZADO

Con idiosincracia traída a golpe de calcetín, conservada por recato y respeto a los mayores y por el amor a su tierra, hay mojados que llegan vistiendo ropa ligera, cachucha y suéter amarrado al cuello o enredado en la cintura, tenis y algún pequeño bolso o mochila. Son todas sus pertenencias. La ropa la traen puesta por días o semanas, maloliente, rota y sudorosa. En la cartera, la foto familiar, la estampa del santo familiar y los sueños de grandeza o cuando menos de mejoramiento o supervivencia.
Portan su cultura, la traen en la piel, en la agudeza de la mirada, en las conversaciones, en palabras e historias, chismes y lamentaciones que toman diferente forma lingüística, pero conducen a lo mismo: ya estamos aquí, venimos a trabajar.
El amor propio, la defensa que hace de usos y costumbres, manera de ser y de pensar, son sus prendas íntimas.
Pero en este imperio del dólar donde se ganan billullos verdes también se pierden, si te descuidas, el honor, la honra y el decoro.
Es el motivo de que muchos de estos paisas, inconfundiblemente mexicanos por sus rasgos fisonómicos, pelito liso y bigote ralo como Cantinflas, cambien su look a tremendas trenzotas, pelos teñidos y tatuajes hasta en sus pudendas partes, como diciendo una y otra vez: "i am here" ya llegué, ya estoy aquí.
Estamos en el país de las libertades y cada quien puede vestirse y arreglarse como quiera. Al gringo no le importan tus indumentarias y tus arrebatos rockeros o regaetoneros. El patrón lo que quiere es eficiencia y productividad, no importan los disfraces.
Cada humano es un ser irrepetible, aunque te vuelvan a reproducir por clonación y te hagas llamar Jeremy Snake de todos modos te conocemos como Jeremías culebras, oriundo del Ciruelo, ahora Laureles y Góngora, Nayarit.
Algunas chicas o señoronas mojadas, comienzan a vestir muy nice, paseándose, por Macys, Rosse o Sears, aunque sea para comprarse alguna bagatela, van perdiendo su autenticidad de doncellas chichimecas y se transfiguran en muñecas artificiales de Hollywood, con un corte modernón estilo Paris Hilton, Lucciana Aldanni o ya de perdis, pelona a rape como Demis Moore o la drogadicta Britney Spears.
Hay chavos de inconfundible descendencia mexica, con docenas de perforaciones en la cara, pantalones ruñidos como por mordedura de rata, y tremenda trenzota gorda. Los puedes ver saliendo del metro, cruzando la acera o de plano aplastados a dos nalgas en la banqueta, oyendo música que ni siquiera entienden, pero que los hace sacudir la cabeza; oohh yey, yey, yey, para no dormirse, haciendo infinidad de muecas en su manía de llamar la atención.
Son algunos de las diversas clases de individuos, algunos de ellos mutantes, sin duda, dentro de la amplia galería del mojado, que suelen verse aquí en Los Angeles, ciudad cosmopolita, abigarrada, bizarra y siempre magnánima.

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