sábado, 4 de septiembre de 2010

PARA EL FORENSE, NO EXISTEN LAS MUERTES POR DELIRIO DE AMOR…

La timida luz de un viejo farol, caia como velo de novia sobre el tembloroso cuerpo de Armida, las débiles radiaciones se expandían con sus destellos, llenando de sombras los resquicios de la cuadra, pero los mortecinos ases luminosos, parecían ser devorados por la sudorosa piel de esta princesa de la noche… su cuerpo temblaba de frio, hambrienta de dinero, mas que de caricias… el frio estaba en los niveles mas bajos de asimilación, sin embargo la frente y todo el rostro de Armida estaban casi derretidos, por el calor del candil, que solitario la cuidaba, ahí, silencioso y temperamental, noche tras noche… Pocos eran los repentinos y precipitados acompa@antes de la dama, ya que ella ofrecia momentos de placer a un precio muy alto y, para ser hablar bien claro, la competencia estaba cada dia mas encarnizada, con hembras que legalmente entregaban todo, o casi todo a cambio de nada…



Supe que se llamaba Armida, porque asi lo dio aconocer el encargado del servicio forense, quien le permitió un póstumo alojamiento, antes de depositar los restos de su hermosura en una fosa común, algo desconocida…



Pero, antes déjenme contarles… la llegue a ver noche tras noche, a la misma hora, como un bello ejemplar de ave nocturna, escapado de sus celdas de ansiedad, temor y culpa… No era un ave que infundiera temor, como otras especies voladoras que anuncian catástrofes y uno que otro mal augurio… Blanca, su piel resplandecía, aun mas alla de las pesadas capas de maquila que cubrían su bello rostro… El esmalte de sus u@as y el rubor de sus mejillas, eran un recubrimiento ante las inclemencias del tiempo y el maltrato de los hombres…



Pasaron muchas noches, luego semanas, meses y estaciones… y llego el dia en que la solitaria penumbra se lleno de soledad y tristeza en aquel crucero de las Calles Furlong y 17, de esa rara ciudad, donde las esquinas aun se alumbran con faroles tan viejos… Por mi ya habían pasado los a@os de febril curiosidad, ahora, convertido en clandestino caballero, pasaba por aquel lugar, para hacer una necesaria transferencia de bienes, amor comprado y placer repartido a las mas altas cotizaciones… Muchos obreros como yo, ya ni se preocupaban por ir a casa, a sacudirse el satin del overol, limpiándose tan solo las ultimas emanaciones de sudor y mugre que aun podían resbalar por sus cansados cuerpos…



Armida, Armida no murió de repugnantes contagios, ya que la gratificación de los placeres no se daban por contacto corporal, sino por una exquisita, sublime, indescriptible comunión del alma… Quienes tuvimos la dicha de llenar vacios de exhuberancia y delirante placer, no podemos platicar al mundo todo lo que gozamos de esa enervante flor, nacida en medio de un desierto… Admito categorico que a mi me dejo bastante contrariado, perplejo y confundido el parte del forense… Parpados color grisáceo, blanquesina coloración de labios y paredes olfativas… leves contusiones en extremidades inferiores y un estado de total paralisis, en sus concavidades osteotendinosas… No me lo crean del todo, ya que en medio de tantos curiosos, yo solamente alcance a mirar de reojo, entre empujones y maltratadas de borrrachos, prostitutas y judiciales: Causa del deceso… Muerte por envenenamiento…



Yo, la verdad sigo creyendo que independientemente de sustancias o procedimientos mecanicos, químicos, biológicos o hasta criminalisticos, esa bella alondra murió como mueren, por falta de amor, surcando el aire de la noche, las aves que olvidaron su nido…

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